Levantaos,
alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación (Lc 21, 28).
Tengo que apurarme, mañana es Noche
Buena y pasado Navidad. Y yo pensando en los regalos. Jesús, ayúdame a levantar
mi mirada al cielo y a no pensar en las cosas de la tierra. O mejor, como soy
un borrico, yo te enseñaré la tierra y Tú me enseñarás el cielo… Prepara mi
corazón para ser libre en las fiestas que se acercan. Libérame de quererme
comer yo solo los chocolates, dulces y galletas (en especial las que tienen
formas navideñas). Libérame del WhatsApp, BBM, Snapchat, Instagram, y un largo
etcétera, y de todito lo que me distraiga de estar con mi familia.
Eres libre, no lo olvides. No te vayas a dejar
atar por cosas materiales
Rey de
las naciones y Piedra angular de la Iglesia, ven y salva al hombre que formaste
del barro de la tierra (Aleluya).
Salvar, liberar… un Rey que se hace
también barro, como nosotros, para salvarnos, para liberarnos. ¡Y a mí, me
cuesta tanto ser humilde! Me contaron que en la Iglesia de la Gruta de Belén sólo
hay una puerta y que mide poco más de un metro, para recordar a todos cuál fue
la entrada de Dios a la tierra “la humillación” y cuál es el camino para
encontrar a Jesús “la humillación”. Yo no soy importante, Jesús, pero a veces
se me sube el apellido y la soberbia: ayúdame a ser más humilde para recibirte
mejor.
Yo quisiera, Jesús, recibirte con la humildad y
devoción con que te recibió vuestra Santísima Madre.
Propósito:
hoy hacer muchos favores liberadores