sábado, 23 de diciembre de 2017

¡Libertaaaaad!

Levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación (Lc 21, 28).
Tengo que apurarme, mañana es Noche Buena y pasado Navidad. Y yo pensando en los regalos. Jesús, ayúdame a levantar mi mirada al cielo y a no pensar en las cosas de la tierra. O mejor, como soy un borrico, yo te enseñaré la tierra y Tú me enseñarás el cielo… Prepara mi corazón para ser libre en las fiestas que se acercan. Libérame de quererme comer yo solo los chocolates, dulces y galletas (en especial las que tienen formas navideñas). Libérame del WhatsApp, BBM, Snapchat, Instagram, y un largo etcétera, y de todito lo que me distraiga de estar con mi familia.
Eres libre, no lo olvides. No te vayas a dejar atar por cosas materiales
Rey de las naciones y Piedra angular de la Iglesia, ven y salva al hombre que formaste del barro de la tierra (Aleluya).
Salvar, liberar… un Rey que se hace también barro, como nosotros, para salvarnos, para liberarnos. ¡Y a mí, me cuesta tanto ser humilde! Me contaron que en la Iglesia de la Gruta de Belén sólo hay una puerta y que mide poco más de un metro, para recordar a todos cuál fue la entrada de Dios a la tierra “la humillación” y cuál es el camino para encontrar a Jesús “la humillación”. Yo no soy importante, Jesús, pero a veces se me sube el apellido y la soberbia: ayúdame a ser más humilde para recibirte mejor.
Yo quisiera, Jesús, recibirte con la humildad y devoción con que te recibió vuestra Santísima Madre.

Propósito: hoy hacer muchos favores liberadores