¿Qué os
parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no
dejará las noventa y nueve y va en busca de la perdida? (Mt 18,12).
¡Pues no, Jesús!, en esto te
equivocas. Allá ella si se pierde. Si le da por hacer de oveja negra y se pone
en plan tonto a retozar, curiosear, corretear y perderse… es su problema. ¡Qué
culpa tienen las otras 99 para dejarlas desatendidas! Pero claro, Jesús, tú no
eres como yo y conoces a cada oveja. La llamas por su nombre, no te da igual. Y
además, Jesús, al contar no pasas del uno: uno, uno, uno…. Para ti cada uno
somos únicos e irrepetibles, seamos ovejas o cabras, sanos o enfermos. Jesús,
gracias por irme a buscar tantas veces.
¿Quiero a todos o distingo a los que me caen
bien de los que me caen mal?
Y si la encuentra,
os aseguro que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se
habían extraviado (Mt 18,14).
Jesús, una vez me encontré una
persona, un poco loquita, que lo que no soportaba de Ti es que quisieras a
todos. Ella quería sentirse querida en exclusividad, quería ser siempre la
oveja perdida, la única protagonista de tu amor, y pensándolo bien, así es como
nos quieres. Para ti, es como si sólo existiera yo. Ojala yo pudiera querer así
a los de mi casa. Y no habría oveja perdida, porque ninguno se despistaría
pensando en sí mismo.
Puedes ser oveja, y también pastor.
Propósito:
querer a todos.