miércoles, 3 de octubre de 2018

Jesús, te quiero con todas mis fuerzas


Le dijo uno: «Te seguiré adonde vayas». Jesús le respondió: «las zorras tienen sus madrigueras, y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza» (Lc 9, 58).
Jesús, en casa tenemos un conejo. Se llama Tambor, por la peli de Bambi. Es suave, peludo y muy listo. Está tan contento que cuando le abrimos la jaula no se quiere salir de lo a gusto que está. A veces le sacamos de paseo por la calle con correa y todo, pero entonces se acercan perros a olisquearle y se muere de miedo. Las zorras tienen sus madrigueras, y los pájaros nidos… Y Tambor su jaula. ¿Y Tú, Jesús? ¿Dónde duermes? ¿Quién te cuida? Jesús, el Sagrario es muy frío. Si soy capaz de cuidar tan bien a un conejo, ¿cómo no voy a hacerte espacio en mi alma? Jesús, mi corazón es tu casa.
Dile a Jesús que lo quieres y que quieres tratarle muy bien
A otro le dijo: «Sígueme». Él respondió: «déjame primero ir a enterrar a mi padre» (Lc 9, 59).
Jesús, ¡vaya plan! Una excusa mala. Le invitas a ir contigo y prefiere irse de funeral, a un entierro. No sé qué pasa pero estoy rodeado de enterradores, de gente triste. Lo entiendo en mi amigo Fune, el de la Funeraria, porque es su trabajo, pero estar siempre triste… Jesús, yo me he propuesto estar siempre contento, que me conozcan por el que siempre ríe. La verdad es que no me cuesta. Me sale sin esforzarme, cuando pienso que te he hecho un espacio en mi alma
Cuéntale a Jesús que enterradores o gente triste conoces.
Propósito: lucir cada día mi mejor sonrisa.