Le dijo uno: «Te seguiré adonde vayas». Jesús le
respondió: «las zorras tienen sus madrigueras, y los pájaros nidos, pero el
Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza» (Lc 9, 58).
Jesús, en casa tenemos un
conejo. Se llama Tambor, por la peli de Bambi. Es suave, peludo y muy listo.
Está tan contento que cuando le abrimos la jaula no se quiere salir de lo a
gusto que está. A veces le sacamos de paseo por la calle con correa y todo,
pero entonces se acercan perros a olisquearle y se muere de miedo. Las zorras
tienen sus madrigueras, y los pájaros nidos… Y Tambor su jaula. ¿Y Tú, Jesús?
¿Dónde duermes? ¿Quién te cuida? Jesús, el Sagrario es muy frío. Si soy capaz
de cuidar tan bien a un conejo, ¿cómo no voy a hacerte espacio en mi alma?
Jesús, mi corazón es tu casa.
Dile
a Jesús que lo quieres y que quieres tratarle muy bien
A otro le dijo:
«Sígueme». Él respondió: «déjame primero ir a enterrar a mi padre» (Lc 9, 59).
Jesús, ¡vaya plan! Una
excusa mala. Le invitas a ir contigo y prefiere irse de funeral, a un entierro.
No sé qué pasa pero estoy rodeado de enterradores, de gente triste. Lo entiendo
en mi amigo Fune, el de la Funeraria, porque es su trabajo, pero estar siempre
triste… Jesús, yo me he propuesto estar siempre contento, que me conozcan por el
que siempre ríe. La verdad es que no me cuesta. Me sale sin esforzarme, cuando
pienso que te he hecho un espacio en mi alma
Cuéntale
a Jesús que enterradores o gente triste conoces.
Propósito: lucir
cada día mi mejor sonrisa.