domingo, 7 de octubre de 2018

Nuestra Señora del Rosario. Mi amor es mi peso


¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer? (Mc 10,2).
Jesús, pero ¿Qué está pasando? ¿Por qué tanta tragedia, tanto dolor? ¿Por qué tanto matrimonio roto? ¿No me pasará a mí también? Jesús, con razón me decía aquel amigo: Cuando el noviazgo es una come­dia (todo vale), el matrimonio acaba en tragedia (ya, nada vale). Es en el noviazgo cuando se ponen los cimientos, las bases, de lo que después será un hogar luminoso y alegre y… no todo vale. Es tiempo de hablar y hablar. ¿De qué? Decía una abuela: Si la persona con la que sales, que empieza a gustarte, no tiene fe, entonces no tomes ni café; porque si te enamoras, luego ¿Qué haces?... Compartir amores es compartir valores.
Dicho de abuela sabia (un poco guerrillera): “Si no tiene fe, ni café”
Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre (Mc 10,9).
San Juan Pablo II escribió una obra de teatro “El taller del orfebre” donde trata de las andanzas de varios matrimonios jóvenes en los que “se ha terminado el amor”. Un día Ana, una de las mujeres casada recientemente, decide entrar en la tienda para tasar su alianza ma­trimonial de oro... El orfebre comprueba en la balanza que ¡no pesa nada! Asombrado mira por dentro y encuentra inscrita la fecha de la boda. –Lo siento, su anillo no tiene ningún valor, a no ser que esté junto al otro. Es lo que decía San Agustín: Mi amor es mi peso. Lo que da peso al amor es el sacrificio por la persona amada, los pequeños detalles… lo demás es aire, vapor, humo.
¿Cuánto pesa tu amor? Dile a Jesús que te de muchos kilos, toneladas…
Propósito: engordar en el amor.