Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda
tu alma y con todas tus fuerzas y con toda tu mente (Lc 10, 27).
Jesús, se ve que no te
gusta eso de compartir, ¡lo quieres todo!, ¡me quieres del todo! Eres celoso de
mi amor. Pero eso de amarte completamente y con exclusividad me parece ¡tan
difícil! Sabes, Jesús, me gusta el tenis y los perros y Harry Potter, y tantas
otras cosas. Jesús, qué bueno eres, porque queriéndote, con todo mi corazón,
con toda mi alma, con toda mi mente y con todas mis fuerzas, amo todas esas
cosas que me gustan. Amar a Dios es amar todo lo bueno, bello, noble, valioso,
que hay en la tierra.
Cuéntale
a Jesús tu plato preferido, la película que más te ha gustado, el libro que
estás leyendo, un chiste, el gol que has metido, etc.
Y a tu prójimo como
a ti mismo. (Lc 10, 27).
Jesús, eso ya me cuesta más. No sabes ¡cuánto me quiero a mí
mismo! Es impresionante. Y me dices que es así, como a mí mismo, como tengo que
amar a los demás… ¡Me va a costar un montón! Pero cuento con tu ayuda porque en
el prójimo te veo a Ti. Si alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su hermano
es un mentiroso; pues el que no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a
Dios a quien no ve (1 Jn 4, 20). ¡Lógico!
Prójimo
es el más próximo. Mira a quién tienes a derecha e izquierda.
Propósito: poner el
corazón en lo que vale la pena (además del fútbol).