jueves, 21 de mayo de 2015

Jamás se ha oído decir...

Padre, este es mi deseo: que los que me confiaste estén con­migo donde yo estoy y contemplen mi gloria (Jn 17, 24).
Aquel niño travieso, ¡qué bien conocía a su mamá! Cada vez que co­metía alguna travesura, alguna barrabasada, no esperaba a ser des­cubierto sino que, corriendo buscaba a su madre: —Mamá, mamá… Ésta, asustada por los gritos, acudía de prisa: —¿Qué pasa hijo mío? ¿Qué sucede? —Mamá, mamá bonita… Y la mamá, de golpe, lo entendía todo. Hoy todavía estamos en el mes de mayo. Ya nos que­da la mitad… ¿De qué lío me puede sacar la Virgen? Pídele que te auxilie. ¿No es acaso tu Madre?
u No hay tentación que aguante un avemaría bien rezado.
Padre santo, no sólo te pido por ellos, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno (Jn 17, 20).
Hoy es buena ocasión de rezar muchas veces el Acordaos, un autén­tico chantaje a la Virgen: Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido des­amparado. Animado por esta confianza, a Vos acudo, oh Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana. ¡Oh Madre de Dios!, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y aco­gedlas benignamente. Amén.
u Aprenderme de memoria el Acordaos.

Propósito: rezar el Acordaos.