El Reino de Dios viene a ser como
un hombre que echa la semilla sobre la tierra, y duerma o vele noche y día, la
semilla nace y crece, sin que él sepa cómo (Mc 4, 26-27).
Jesús, me
parece entender que te refieres a la acción de la gracia en nuestras almas. Si
te dejo hacer, si hago lo que Tú quieres entonces en mi alma crecerá un gran
árbol que producirá muchos frutos. Decirlo es fácil, Jesús, pero en la práctica
no lo es. Me pasa que muchas veces sé lo que quieres (que me ponga a trabajar,
que haga mi rato de oración ya, que me tire hacer apostolado) pero me resisto y
me hago el loco. A veces me gana el miedo o la pereza. Aun así, Jesús, yo
quiero dar mucho fruto.
u Cuéntale a Jesús sobre
los frutos que te gustaría poder darle.
Es como un grano de mostaza (…)
pero, una vez sembrado, crece y se hace mayor que todas las hortalizas, y echa
ramas grandes, de manera que los pájaros del cielo puedan anidar bajo su sombra
(Mc 4, 31-32).
¡Yo quiero
dar muchos frutos! Quiero, Jesús, ser alguien que te pueda ofrecer muchos
frutos de apostolado, de trabajo bien hecho, de alegría y paz en mi familia.
Por eso seguiré el consejo de San Josemaría: “Invócala con fuerza: «Virgo
fidelis!» –¡Virgen fiel!, y ruégale que los que nos decimos amigos de Dios, lo
seamos de veras y a todas las horas” (Surco, n. 51).
u Cuéntale a María tus
sueños de santidad.
Propósito:
Soñar.