domingo, 30 de octubre de 2016

En Dios, mirar es amar

Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo (Lc 19, 2-4).
Fui a visitar a mi tía Carmelita Descalza y mientras llegaba, —ya se sabe, esperando la eternidad no se tiene prisa—, mi vista tropezó, junto al torno con una frase de la Santa: En Dios, mirar es amar, me gustó. En el locu­torio se lo comenté y en seguida me respondió de carrerilla, como quien lo tiene bien experimentado. Mira, que te mira, mira que te mira; mira que te mira, mírale... Y es que para un alma contemplativa la mirada es muy importante: Contemplar es mirar y sentirse mirado (amado).
En la oración, mírale y déjate mirar… Porque mirar es amar.
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: –Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa (Lc 19, 5-6).
La mirada amorosa se Jesús… El Papa Francisco, comentando este pa­saje: Zaqueo se adelantó, buscó la altura desde donde ver mejor, y se dejó mirar por el Señor. Sí, dejarse mirar por el Señor, dejarse impactar por el dolor propio y el de los demás; dejar que la pobreza y el fracaso nos quiten los prejuicios, (…) y que —de ese modo— podamos sentir la llamada: Zaqueo, baja en seguida (…). Lo mejor es dejar que el Zaqueo que hay dentro de cada uno de nosotros se deje mirar por el Señor y acepte la invitación a bajar.
Zaqueo se dejó mirar por el Señor ¿Y yo?

Propósito: mirar, dejarme mirar y luego, bajar.