Cierto fariseo le rogó que comiera en su
casa. El fariseo se quedó extrañado al ver que Jesús no se había lavado (Lc
11,38)
Aquel hombre, el fariseo no podía ser amigo de Jesús. Se dejó
llevar por las apariencias, por las primeras impresiones, por la crítica. Pero
lo peor era que juzgaba las intenciones, era falso. El apóstol Bartolomé alias
Natanael, al principio también se dejó llevar por las primeras impresiones:
—¿De Nazaret puede salir algo bueno? (Jn 1,46). Pero no era retorcido,
complicado interiormente. Reconoció su error y se ganó los elogios de Jesús: —Aquí
tenéis un verdadero israelita en quien no hay doblez (Jn 1, 47). Jesús
¿Cómo soy yo por dentro? ¿Tengo doblez? ¿Por qué juzgo tanto? Ayúdame a no ser
falso, hipócrita, murmurador, y a saber rectificar cuando meta la pata.
Jesús,
dame tus ojos para saber mirar.
El Señor le dijo: Así que vosotros, los
fariseos, purificáis por fuera la copa y el plato, pero vuestro interior está
lleno de rapiña y maldad”. (Lc 11,39)
Jesús, que bien conoces los corazones, no te quedas con los
hechos, con las puras apariencias. Le contestó Natanael: —¿De qué me conoces?
—Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi (Jn
1,48). Me ves y te llenas de alegría porque encuentras un corazón
limpio, sin maldad. Un corazón con ventrículos y sobre todo con aurículas, para
oírte mejor en estéreo (aurícula derecha e izquierda).
Invita
a Jesús a conocer tu corazón y que te hable por las aurículas.
Propósito: Martes y 13 ni te cases ni te
embarques.