Uno le preguntó: Señor, ¿serán pocos los
que se salven? Jesús les dijo: Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os
digo que muchos intentarán entrar y no podrán (Lc 13, 22-24).
Jesús, menuda preguntita indiscreta o al menos impertinente. Al
que la hizo habría que darle el premio del inoportuno y después caerle
en avispas. Jesús, Tú has venido al mundo porque quieres que todos los
hombres se salven (1 Tim 2,4), pero también cuentas con mi libertad: Muchos
intentarán entrar y no podrán. Jesús, con tu ayuda yo quiero ser de esos
que entran por la puerta estrecha.
Dile a
Jesús que estás dispuesto a adelgazar para entrar por la estrecha.
Entrad por la puerta angosta, porque
amplia es la puerta y ancho el camino que conduce a la perdición y son muchos
los que entran por ella (Mt 7,13-14).
También nos lo cuenta San Mateo: junto a la puerta estrecha hay
otra ancha que lleva a la perdición. Jesús, la única puerta que merece la pena
eres Tú: Yo soy la puerta; si alguno entra a través de Mí, se salvará
(Jn 10,9). Viviendo tu Vida en mi vida, a través de Ti, por la puerta
estrecha.
Jesús,
contigo entraré en el Cielo como los toreros: por la puerta grande.
Propósito: adelgazar.