lunes, 31 de octubre de 2016

Hoy invita la casa

Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado (Lc 14, 12-13).
Jesús, a mí, lo que de verdad me cuesta, es invitar a bocadillo, sobre todo cuando es de jamón: ¡me encanta! En los recreos los de mi clase, como moscas, zumban a mi alrededor: —me das…—sólo un poco… —¡porfa…! Y yo les intento explicar que hay que ser hermanos pero no primos, pero al final siempre acabo cediendo y les invito. Jesús, ayúda­me a ser más generoso desde el principio, a ser como Tú.
¿A qué me cuesta invitar?: bocadillo, chuches, mi tiempo, mi amistad...
Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos, ciegos: dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos (Lc 14, 14).
Aquel chico fue sorprendido mientras se comía el bocadillo en el orato­rio, muy cerca del Sagrario: —Pero niño, en el oratorio no se come… —Es que Jesús es mi mejor amigo… ¡es el único que no me pide! Jesús, Tú sí que eres mi mejor amigo, el gran Amigo: siempre me invitas, y te das del todo; te como a besos en cada Comunión.
Hago el propósito de invitar a mis amigos a que me acompañen a Misa.

Propósito: invitar más.