jueves, 20 de octubre de 2016

¡Fuego he venido a traer a la tierra!

Fuego he venido a traer a la tierra, ¿y qué quiero sino que se encienda? (Lc 12, 49-53).
San Josemaría al meditar estas palabras escribía: Aún resuena en el mundo aquel grito divino: «Fuego he venido a traer a la tierra, ¿y qué quiero sino que se encienda?» -Y ya ves: casi todo está apagado... ¿No te animas a propagar el incendio? (Camino 801). Jesús, qué pena. Sitios, familias, personas, donde antes ardía el Fuego de tu Amor... ahora están apagados, fríos o, lo que es peor, templaditos, entibiados. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Y así, porque eres tibio, y no caliente ni frío, voy a vo­mitarte de mi boca (Apoc 3, 16-17). Jesús que me entere de una vez: ser cristiano supone amar ardientemente a Dios y a los demás, supone propagar el incendio.
¿Estoy tibio?... Consulta Camino 331.
En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres. (...) Se dividirán el padre contra el hijo.
Jesús, nunca pensé que esto del 3+2 o 2+3 fuera tan evangélico. Tres contra dos y dos contra tres... Ahora, ya sin bromas, te pido, Jesús, por mi familia. Cuando me entero de familias que se rompen sufro mucho y pienso en la mía. Jesús, que en mi familia nunca haya divisiones; que mis padres se quieran de verdad; que se sepan perdonar; que yo sea buen hijo, buen hermano; que también sepa perdonar.
Rezar a diario por mi familia.
Propósito: consultar nº 311 de Camino, por si acaso.

¡La guerra! —La guerra tiene una finalidad sobrenatural —me dices— desconocida para el mundo: la guerra ha sido para nosotros...
—La guerra es el obstáculo máximo del camino fácil. —Pero tendremos, al final, que amarla, como el religioso debe amar sus disciplinas.