Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y
tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las
has revelado a la gente sencilla (Mt, 11,25-26).
Jesús, hoy celebramos a una gran Santa: Teresa de Ti, Tu Teresa;
Sta Teresa de Ávila o mejor, Sta Teresa de Jesús, que me gusta más. Es
por aquella aparición que tuvo al pie de las escaleras del Convento de la
Encarnación en Ávila. Bajaba la Santa y se encontró con un niño que le
pregunta: ¿Tú quién eres? Yo Teresa de Jesús; ¿Y tú? Yo Jesús de Teresa.
Dile
a Jesús que tú también, como Sta. Teresa, quieres ser suyo.
Sí, Padre, así te ha parecido mejor (Mt,
11,26).
De la boca de los niños y de los santos salen grandes verdades;
Sta. Teresa tenía una boca grande: Importa mucho, y el todo, una grande y muy
determinada determinación de no parar hasta llegar a ella, venga lo que
viniere, suceda lo que sucediere, trabájese lo que se trabajare, murmure quien
murmurare, siquiera llegue allá, siquiera se muera en el camino o no tenga
corazón para los trabajos que hay en él, siquiera se hunda el mundo, como
muchas veces acaece con decirnos: «hay peligros», «fulana por aquí se perdió»,
«el otro se engañó», «el otro, que rezaba mucho, cayó», «hacen daño a la
virtud», «no es para mujeres, que les podrán venir ilusiones», «mejor será que
hilen», «no han menester esas delicadeces», «basta el Paternóster y Avemaría»
(Camino de perfección, cap. 21, 2).
Pide a
Jesús una determinada determinación de no parar hasta llegar.
Propósito:
hacerme amigo de los amigos de Jesús, de Sta. Teresa.