jueves, 13 de octubre de 2016

Las llaves del saber

¡Ay de vosotros, que edificáis los sepulcros de los profetas, después que vuestros padres los mataron! (Lc 11, 47).
Jesús, vaya lindezas les decías a tus contemporáneos. No te dejabas llevar por lo políticamente correcto. Me recuerda aquella vez en que San Juan Pablo II, al poco de ser elegido Papa, viajó a París. Tenía previsto recibir a un grupo multitudinario de jóvenes. Allí estaban también obis­pos, cardenales, etc. Después de los aplausos iniciales, el Papa empezó un discurso, con la voz que tenía entonces… En un momento dado, sin venir a cuento los jóvenes le interrumpieron con voces y aplausos: —¡Viva el Papa! El Santo Padre les cortó con fuerza: —¡Basta! ¡Callaos! Se hizo un silencio increíble. En voz baja un obispo murmuró: —Esto es el fin. Después, todos, rompieron en una carcajada imponente, una carca­jada liberadora, a la que siguieron nuevos aplausos. Desde 1968 nadie había osado, ni en privado ni en público, decir no, hacer callar a los jóvenes. Aquellos chicos se percataron que el Papa nada tenía que ver con la superficialidad a la que estaban acostumbrados.
Jesús, ayúdame a ser políticamente incorrecto y a dejarme exigir.
¡Ay de vosotros, maestros de la Ley, que os habéis quedado con las llaves del saber! (Lc 11, 52).
De broma, uno comenzó a tararear: ♫ Dónde están las llaves, matarile rile rile…♫ Y todos miraron con sospecha a San Pedro. —¡Que no os en­teráis de nada! gruñó Simón Pedro. —Son otras llaves, no la de los Cielos, sino las llaves del saber. Pero acaso ¿no son las mismas?
Jesús te pido por los catequistas, profesores ¡Qué responsabilidad!

Propósito: conseguir copia de esas llaves.