domingo, 9 de octubre de 2016

Id a los sacerdotes

Vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: –Jesús, maestro, ten compasión (Lc 17, 11-13).
Hoy apenas hay lepra y además es una enfermedad que se cura. Pero entonces era algo terrible que desfiguraba el rostro: se quedaban, poco a poco, sin nariz, sin orejas, sin labios, sin párpados... La gente, al ver leprosos huían asqueados. Pero Jesús no. Jesús, Tú les acoges, les to­cas: Al verlos, les dijo: –Id a presentaros a los sacerdotes. Jesús, los pecados, mis pecados son como lepra en el alma. La imagen de Dios que llevo dentro se va desfigurando. Id a los sacerdotes, me dices y es ahí donde te encuentro y me limpias: Y mientras iban de camino, quedaron limpios.
¿Tengo concretado un día y una hora fija a la semana para confesarme?
Uno de ellos, (...) se volvió alabando a Dios. (…) ¿No han queda­do limpios los diez?; los otros nueve ¿dónde están? (Lc 17, 15-17)
Jesús, echas en falta el agradecimiento de los otros nueve. Por eso: Acostúmbrate a elevar tu corazón a Dios, en acción de gracias, muchas veces al día. —Porque te da esto y lo otro. —Porque te han despreciado. —Porque no tienes lo que necesitas o porque lo tienes. Porque hizo tan hermosa a su Madre, que es también Madre tuya. —Porque creó el Sol y la Luna y aquel animal y aquella otra planta (…). Dale gracias por todo, porque todo es bueno (Camino, n. 268).
Como el refrán: Es de buen nacidos ser agradecidos.

Propósito: confesarme seguido.