El Espíritu empujó a Jesús al desierto.
Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás (Mc 1,12).
Pero Jesús, —¡¿Cómo es posible?! — ¡¿Tú también sufriste
tentaciones?! Pues yo, ya ves, también: se me ocurren cosas terribles y, en
ocasiones los malos pensamientos de cosas impuras no me dejan en paz. Sé, que,
si lo permites es para fortalecerme, porque por muy grande que
sea la tentación siempre será mayor tu gracia. También sé que una cosa es sentir
y otra consentir, y si en algún momento tengo dudas se lo
pregunto al sacerdote, que de eso sabe un montón. Jesús, que me quede
tranquilo: una cosa es tener tentaciones y otra distinta es pecar.
En
el Padrenuestro pedimos, no tener tentaciones sino no caer en ellas. Eso sí,
¡líbranos del Mal!
Entonces el diablo le dejó, llegaron
ángeles y le servían (Mt 4,11).
Jesús, ¡qué contento estoy con mi ángel de la guarda! ¡Un
auténtico crack! Ya me ha sacado de muchos problemas. Tendrás que ascenderle
en la jerarquía angélica porque lo hace muy bien. La verdad es que a veces se
lo pongo difícil y tiene que hacer horas extras: esa serie de televisión que me
hace daño, aquella amistad que no me conviene, esos caprichos, esa comodidad...
Le voy a pedir a mi ángel que no me deje hacer el tonto, que huya de las
ocasiones de pecar, y sobre todo que no me quiera hacer el valiente.
Habla
con tu ángel…
Propósito: hablar con mi ángel y recomendarle para
un ascenso.