miércoles, 8 de marzo de 2017

De perdidos al río… al retiro

Habiéndose reunido una gran muchedumbre, comenzó a de­cir: Esta generación es una generación perversa; busca una señal y no se le dará otra sino la señal de Jonás (Lc 11, 29-32).
Jesús, que bonita la historia de tu gran amigo Jonás. Era lo que ahora llamamos un profeta menor, no por la altura, ni por peso, sino porque escribió poco. El caso es que escapando de cumplir la voluntad de Dios, -como yo, a veces- fue engullido por un pez enorme. Allí dentro, un sitio calentito, tranquilo, silencioso hizo su curso de retiro de 3 días. Se dio cuenta de lo mucho que Dios le quería. Volvió cambiado, irreconocible, feliz. Se puso a hacer apostolado y convirtió a toda la ciudad: Nínive. Jesús, ¡qué estupendos son los retiros! ¡Cómo me ayudan!
¿He hecho ya este año mi curso de retiro?
La reina del Mediodía se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y los condenará: porque ella vino de los extremos de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón (Lc 11, 29-32).
La Reina de Saba y Salomón y los Reyes Magos y Moisés y los once her­manos de José, y la Burra de Balaám, y Noé y la hija de Jairo y Abrahám y Jonás y la Magdalena, y… tantos personajes bíblicos, me tienen envi­dia por poder recibir a Jesús cada día en la Eucaristía. ¿Me doy cuenta? ¿Lo aprovecho? ¿Lo valoro? El día del Juicio, si no lo aprovecho, me lo echaran en cara ¡Qué vergüenza, entonces!
Dile a Jesús que el día del Juicio no quieres hacer el ridículo.

Propósito: como Jonás dentro de la ballena, Jesús en mi alma.