No todo el que me dice: «Señor, Señor»,
entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre,
que está en los cielos. (Mt 7, 21).
El paciente preguntó —Doctor, Doctor, ¿Qué tal me encuentra? —
Estamos en las manos de Dios, respondió el médico… —Pero, ¿tan mal estoy? Jesús,
eso de aceptar y cumplir tu voluntad no lo entiendo. A veces pienso, perdóname
la tontería, que te gusta hacernos sufrir un poco, solo por puro capricho. Que
cumplir tu voluntad es algo doloroso y triste que hay que aceptar con
resignación cristiana. Jesús, que me dé cuenta de una vez por todas, que
ni resignación ni cuento chino. Lo mejor que me puede pasar es cumplir siempre
tu voluntad, que solo quieres lo mejor para mí, hacerme muy feliz, más que
nadie.
La
tierra es un “Cielo” cuando busco cumplir la voluntad de Dios.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad
(Sal 39,2).
Había una señora que no podía rezar el Padrenuestro. Cuando
llegaba a aquello de Hágase tu voluntad en la tierra como en el Cielo (Mt
6, 12), se bloqueaba pues no estaba dispuesta a que un hijo suyo se
entregara a Dios. Un sacerdote amigo le animó a que entonces rezara Avemarías,
que es una oración de menos compromiso. Resultó, pues, que al cabo de
unos días ya aceptaba la voluntad de Dios y pudo volver a rezar el Padrenuestro
sin problemas.
Jesús, tantas veces ni sé
lo que quiero. Tú siempre aciertas.
Propósito: no ir de resignado por la vida.