viernes, 10 de marzo de 2017

Jesús, menos ganso y más manso

Habéis oído que se dijo a los antiguos: No matarás, y el que se llene de ira contra su hermano será reo de juicio; y el que llame a su hermano necio será reo ante el Sanedrín (Mt 5, 21-22).
Jesús, cuando me enojo con mis hermanos o con mis amigos no es que les llame necios, sino insultos terribles: cucaracha, rata de cloaca, sa­bandija, sanguijuela o cosas peores que no me atrevo a decir… Luego, después, me arrepiento y lo paso mal. Jesús, ¿por qué tendré la lengua tan afilada? ¿Por qué hago tanto daño a los que más quiero? Jesús, contigo también se metían y te insultaban: Muchos de ellos decían: Está endemoniado y loco, ¿por qué le escucháis? (Jn 10, 20), y les perdonabas siempre. Jesús, quiero ser como Tú: Manso y humilde de corazón (Mt 11,29).
Jesús, ¿existen ejercicios de mansedumbre? Ayúdame para ser como Tú.
Ve primero a reconciliarte con tu hermano (Mt 5, 24).
Oye, Jesús ¡cómo me cuesta pedir perdón! Porque cuando me enojo, siempre creo que es el otro el que debe pedirme perdón a mí. Incluso llego a la tontería de no hablar con una persona durante un tiempo, porque me ha hecho esto y lo otro; y hasta que no me pide perdón… Sin embargo Tú has perdonado incluso a los que te crucificaban. Padre, perdónales porque no saben lo que hacen. Que aprenda de Ti a per­donar, a adelantarme, a pedir perdón de la parte de culpa que tenga.
Piensa con quien tienes que hacer las paces, pedir perdón.

Propósito: buscarle y hacer las paces.