sábado, 18 de marzo de 2017

Se le echó al cuello y lo cubrió de besos

Un hombre tenía dos hijos: el más joven de ellos… (Lc 15, 11).
Una antigua leyenda hebrea cuenta la historia de: Dos hermanos aman­tísimos que recibieron la herencia paterna. Al mayor le correspondió el campo más difícil y al menor el campo mejor. Su padre antes de morir les dijo que recordaran siempre que serían sus hijos, y que entre ellos siempre serían hermanos. Con la primera cosecha el mayor decidió lle­varle parte de su trigo en secreto al granero de su hermano por la noche. Y al menor se le ocurrió lo mismo. Los dos se fueron a la cama la mar de felices…
Jesús, no merezco tantas cosas buenas. Y lo mejor de todo: mis herman@s.
Y corriendo a su encuentro, se le echó al cuello y lo cubrió de besos (Lc, 15, 20).
Jesús, y yo, tantas veces, me peleo con mi hermano... Sigue la historia: Al día siguiente comprobaron que seguían teniendo mucho trigo y ambos decidieron repetir la operación pero añadiendo además dos jarras lle­nas de aceitunas. Se cruzaron en la oscuridad sin verse y lo dejaron todo en el granero del otro. La tercera mañana se sorprendieron porque no menguaban sus bienes. Aquella noche, con una espléndida luna llena, cada uno cargó su burro con un odre de vino y salió camino del granero del otro. Se encontraron a mitad del camino y se abrazaron llorando de emoción recordando a su padre y alabando a Dios.
Jesús, que me dé cuenta que ser Hijo de Dios es tener muchos hermanos.

Propósito: ayudar a mis herman@s.