jueves, 30 de marzo de 2017

No tengáis miedo. Abrid las puertas a Cristo…

Yo he venido en nombre de mi Padre y no me recibís; si otro viniera en nombre propio, a ése lo recibiríais (Jn 5, 42).
Jesús, fíjate si soy tonto que a veces pienso que ya te conozco lo suficien­te y que me cansas. Entonces ya no te recibo. E incluso me quejo cuan­do tengo que estudiar el catecismo o asistir a una plática. —¿¡Otra vez Misa…?! ¡Vaya rollo…! Tú, que te me acercas, que quieres ser mi amigo, y yo… no te recibo. Y, en cambio, recibo a Batman, a los Simpson, o Bob Esponja. Jesús, que te reciba siempre con alegría en los sacramentos, en los medios de formación.
Jesús, te pido por los pesados que se preocupan de mi formación.
¿Cómo podéis creer vosotros, que recibís gloria unos de otros, y no buscáis la gloria que procede del único Dios? (Jn 5, 43).
Jesús, me doy cuenta que la fe se robustece con el estudio y con la formación. No es lógico que vaya creciendo en mi cultura, mi ciencia, mi capacidad, y continúe con una formación religiosa de primera co­munión. Ya va siendo hora de sustituir en el alma los dientes de leche de niño por una dentadura fuerte: con mi formación y doctrina echaré el diente a cualquier chuleta que se ponga por delante. Jesús, mi inteli­gencia es un chispazo de tu Sabiduría y, por eso, nada hay más razona­ble que creer y estoy dispuesto a demostrarlo…
Dos más dos: Cuatro. Dos más Dios: Infinito (y yo soy el dos).

Propósito: Abrir la puerta.