viernes, 3 de marzo de 2017

Jesús, es que te comería a besos

Se acercaron los discípulos de Juan a Jesús, preguntándole: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio tus discípulos no ayunan? (Mt 9,14).
Jesús, yo siempre tengo hambre, como los discípulos de Juan. Mi mamá me llama el hambriento. No como, devoro. Pero no es solo hambre de comida, sino también hambre de Ti. Jesús, ¡qué ganas tengo de comer­te! ¡Con que ilusión estoy preparando la próxima comunión! Tenemos un montón de cosas de que hablar. ¿Te acuerdas de aquella vez en que me decías…? ¿O cuando pensaba que estaba solo y te buscaba…?
Recita despacio, por dentro, paladeándola, la Comunión Espiritual.
Jesús les dijo: ¿Es que pueden guardar luto los invitados a la boda, mientras el novio está con ellos? (Mt 9,15).
Recordaba aquella niña que cuando tenía solo 5 ó 6 años, el sacerdote del Colegio les explicó la presencia real de Jesús en el sagrario. Se le quedaron grabadas las palabras: Este es el Pan vivo. Quien come de este pan vivirá para siempre. Por eso, cada día, en el desayuno, se fijaba en sus papás. No perdía ojo. No se quedaba tranquila hasta que les veía comer pan. -¡Ah! Han comido pan, menos mal. Entonces mis papás no morirán, vivirán para siempre. En su sencillez de niña pensa­ba que Jesús estaba presente en todos los trozos de pan: Pan vivo, que da la Vida. Jesús, tengo ganas comerte…
Jesús, aunque hoy sea abstinencia, te comería a besos.

Propósito: No perder nunca el hambre… de Eucaristía.