lunes, 9 de julio de 2018

Al paso de Dios


Entonces se puso a reprochar a las ciudades donde se ha­bían realizado la mayoría de sus milagros, porque no se ha­bían convertido (Mt 11, 20).
Esos habitantes de esas ciudades se lo ganaron. Mira, Jesús, vieron tanto milagro tuyo, oído tus enseñanzas y ni así se convirtieron. Yo al menos voy dando pasitos, aunque pasitos de bebé gordito y mima­do, y miedoso. Pero los voy dando. Jesús, que no me contente con dar pasitos, que dé zancadas, y corra detrás de ti.
¿Qué pasos, zancadas o corrida te está pidiendo Jesús?
¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran realizado los milagros que han sido hechos en vosotras, hace tiempo que habrían hecho penitencia en saco y ceniza (Mt 11, 21).
Ay. Ay. Ay. Jesús, que yo nunca te saque estos lamentos. Quiero ser de los que te dan alegrías y no tristezas. Quiero ir al paso de Dios y no arrastrado, quejándome, chillando y de mala cara. Quiero ir al paso de Dios sonriendo, silbando y cantando. Y dar mucho fruto de apos­tolado, de trabajo santificado, de sembrar paz y alegría en mi familia. Que me saque los miedos que me hacen ir a mi paso. Que aprenda a confiar en Ti y a obedecerte.
Del dicho al hecho hay mucho trecho. Concreta con Jesús lo que te pida.
Propósito: ir al paso de Dios