Y
la multitud que lo escuchaba se preguntaba con asombro: “¿Dónde aprendió este
hombre tantas cosas? ¿De dónde le viene esa sabiduría y ese poder para hacer
milagros?” (Mc 6, 2).
Esa pobre gente que te escuchaba, Jesús,
por andarse preguntando si antes hacías o no ese tipo de cosas, no ponen
atención a lo que les dices. No pueden creer después en tu palabra por juzgar
sin detenerse a escuchar antes. He visto compañeros que cuando van a hacer un
trabajo, en lugar de escuchar las ideas de los demás, directamente se ponen a
mandar. A veces les va bien, otras, la mayoría, les va mal.
¿No
te pasará lo mismo cuando tus papás te dan consejos?
Pero
Jesús les dijo: “Todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus
parientes y los de su casa”. Y no pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó a
algunos enfermos imponiéndoles las manos. (Mc 6, 4-5).
Tenía un amigo que tocaba saxofón. A veces
lo llevaba a la clase y era tan estridente el sonido que le metíamos bolas de
papel en el saxofón para que se callara. Cada vez que había un acto y quería
llevar el saxofón, todos le decíamos que no. Un día, mi papá me mostró una
noticia en el periódico. Una famosa orquesta de Jazz tocaría en la ciudad y un
niño les acompañaría. Era mi amigo, con el saxofón. Por ignorantes, nunca
apresiamos su arte.
Piensa en cuanta gente
valiosa hay a tu alrededor, y quizá tu sólo te fijas en sus defectos.
Propósito:
no meter bolas de papel en los saxofones