lunes, 13 de abril de 2020

Abrazaron sus pies y le adoraron


Ellas partieron al instante del sepulcro con temor y gran ale­gría, y corrieron a dar la noticia a los discípulos (Mt 28, 8).
Estar alegre. Eso es lo que saco al leer este pasaje del Evangelio. Jesús, pero una alegría que no es por haber comido bien, haberme divertido, por estar sano… Una alegría porque está vivo y me quieres, y soy hijo de Dios. Jesús, que aprenda a estar alegre en las buenas y en las malas porque estás vivo.
¿Pierdo la alegría?
De pronto Jesús les salió al encuentro y les dijo: Alegraos. Ellas se acercaron, abrazaron sus pies y le adoraron (Mt 28, 9).
Y ahora apareces y su alegría se vuelve gozo. Jesús, yo conozco esta alegría. Es la alegría cuando me confieso y lo digo todo claro y com­pleto, es la alegría de saber vencer esos defectos que me has pedido que quite de mi vida, es la alegría de decirte que sí a lo que me pidas.
En mi casa, ¿se nota que que estoy alegre?
Propósito: sonreír siempre.