Jesús, al levantar
la mirada y ver que venía hacia Él una gran muchedumbre, dijo a Felipe: ¿Dónde
compraremos pan para que coman éstos? (Jn 6, 5).
Atardece. Estamos fatigados y hambrientos. Jesús, levantas la
mirada y ves a la muchedumbre. Pero no ves a la multitud, nos ves a cada uno,
me ves a mí. Como nos decía el Papa Benedito: La mirada conmovida de Cristo se
detiene también hoy sobre los hombres y los pueblos. Con su mirada abraza a las
multitudes y a cada uno. Jesús, cómo me gusta sentir tu mirada. De un vistazo
borras de mi alma cualquier rastro de preocupación, de amargura. Jesús, mírame,
mírame mucho. Te lo pondré fácil porque pienso ir con frecuencia al oratorio.
Deja
que Jesús te mire un rato cada vez que vayas a verle al Sagrario.
Aquí hay un muchacho
que tiene cinco panes de cebada y dos peces (Jn 6, 7).
Andrés trae de la mano a su sobrino. El muchacho, con visión comercial,
pensaba hacer negocio vendiendo panes con peces. Y ese día hizo el mejor
negocio de su vida: Lo dio todo; se dio del todo. Jesús se sirvió de su
generosidad para hacer un gran milagro. Jesús, yo también te doy mi todo,
porque todo lo mío es tuyo y Tú, como siempre, me devuelves el ciento por uno. ¡No
te dejas ganar en generosidad!
Y
yo, ¿qué puedo dar a Jesús?
Propósito: darme del todo.