Les dijo Jesús:
Muchachos, ¿tenéis algo de comer? Le contestaron: No. (…) Cuando descendieron
a tierra vieron unas brasas preparadas, un pez puesto encima y pan. (…) Jesús
les dijo: Venid y comed (Jn 21, 59).
Jesús, lo tuyo sí que es espíritu de servicio. Sabías que a Pedro
y a Juan les volvían locos las barbacoas de pescado. No te lo dijeron, sino que
Tú, con ojos de madre, enseguida te diste cuenta: Cuando la Virgen y las otras
santas mujeres preparaban el almuerzo –pescado frito- veías brillar los ojillos
de tus Apóstoles. Conocías sus gustos, sus platos preferidos y quisiste darles
una sorpresa. Jesús, que yo también tenga ojos y corazón de madre para con los
demás, que sepa adelantarme en los detalles de servicio.
¿Conozco
los gustos de los demás?
Aquel discípulo a
quien amaba Jesús dijo a Pedro: ¡Es el Señor!
Jesús, Juan tenía una vista de lince. La barca estaba bastante
lejos, pero bien que te reconoció. Dicen que el amor es ciego, pero resulta
que es al contrario: El amor dilata las pupilas. Cuando uno quiere amar, uno se
fija.
¿Me
fijo en qué cosas puedo alegrar la vida de mi familia?
Propósito: ser fijado.