miércoles, 15 de abril de 2020

Jesús, quédate conmigo


Quédate con nosotros, Señor, porque atardece y el día va de caída.
Fue en Madrid, en la Autónoma. No te acuerdas porque todavía no habías nacido. Juan Pablo II fue recibido por las barbudas autorida­des académicas. Fuera de los edificios estaban los imberbes, grito­nes, entusiasmados y bulliciosos estudiantes. Al asomarse el Papa al balcón del rectorado estalló en todas las gargantas un: ¡Quédate con nosotros! ¡Quédate con nosotros! Y el Papa se quedó con ellos, tan a gusto, a rezar el Ángelus. Jesús, quédate con nosotros, te suplicaron, y Tú aceptaste. Cuando los discípulos de Emaús te pidieron que te quedaras con ellos, Tú, Jesús, les contestaste con un don mucho ma­yor. Mediante el sacramento de la Eucaristía encontraste el modo de quedarte en ellos. Recibir la Eucaristía es entrar en profunda comunión con Jesús.
Agradécele que se haya quedado en la Eucaristía.
¿No es verdad que ardía nuestro corazón dentro de noso­tros, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?
Una vez que las mentes están iluminadas y los corazones enfervoriza­dos, los signos hablan. El Divino Caminante (Jesús) sigue haciéndose nuestro compañero. Cristo cumple a la perfección su promesa de es­tar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (cf. Mt 28,20).
Cuando se te haga el encontradizo reconócele y no le dejes irse solo.
Propósito: quedarme con Jesús.