sábado, 3 de septiembre de 2011

Colas y grietas


Sucedió un sábado que, al atravesar los sembrados, sus discípulos arrancaban espigas y, desgranándolas con las manos, las comían. Algunos fariseos les dijeron: ¿Por qué hacéis lo que no está permitido en sábado? (Lc 6, 1-2).


Los apóstoles como están a tu lado, con el alma limpia y con sólo una vela encendida –esto lo digo por lo de ayer–, son espontáneos. Tienen hambre y se comen lo que encuentran. No se paran a tener miedo al qué-dirán, y eso que los fariseos estaban cerca para criticar. Jesús, que me preocupe sólo en el qué-dirás-Tú. Quiero ser un hombre recto, sin dobleces en el alma, no quiero ser retorcido como la cola de los porcinos, no quiero ser un queda-bien.

  • Para no ser torcido, ¿hay algún tema del que no le has hablado a Jesús?

Y les decía: El Hijo del Hombre es Señor del sábado (Lc 6, 5).


Jesús, no sé dónde leí que la palabra sincero viene del latín y que significa el que no tiene cera. Y la razón es que entre los romanos una escultura al momento de ser tallada podría agrietarse y para disimular la grieta la llenaban de cera. Pues bien, una escultura perfecta era sinónimo de sin-cera, porque no tenía grietas. Jesús, yo quiero que seas también Señor de mi vida, que Tú seas el artista y yo una escultura sincera, sin grietas, una escultura de un pirata. ¡Que acuda siempre a la confesión las veces que haga falta!

  • ¿Me acuerdo de alguna grieta a la que haya echado cera?

Propósito: Confesión esta semana, empezando por lo más gordo.