¿Quién de vosotros, si tiene cien ovejas y pierde una, no
deja las noventa y nueve en el campo y va en busca de la que se perdió hasta
encontrarla? (Lc 15, 4).
Si quieres una
respuesta a esta pregunta, Jesús, te contesto que sólo Tú eres capaz de
hacerlo. Mira que a mí, como a muchos, desde pequeños nos han enseñado ese
refrán: más vale pájaro en mano que ciento volando. Es decir, si yo fuera el
pastor pensaría que esa oveja que se perdió que se las arregle como pueda; que
yo no iba a ser tan loco como para dejar a las 99 e ir a buscar a la perdida. Pero
Tú –afortunadamente– no eres como yo, gracias Jesús porque siempre sales al
encuentro de cada uno, especialmente en los sacramentos de la Confesión y de la
Eucaristía.
u Sigue dándole gracias a Jesús por tantas veces que te ha
perdonado y por tantas que has comulgado.
Y, cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso (Lc
15, 5).
Si yo hubiera
sido el pastor, primero me le hubiera acercado sin decir nada, para darle una
buena patada a esa oveja hecha cabrita; luego le hubiera gritado hasta quedarme
afónico recordándole que por su culpa las otras 99 estaban solas; y por último,
le hubiese amarrado una cuerda al cuello y me iría tirando de ella a marchas
forzadas para regresar a casa. Jesús, que bueno que Tú no eres como soy yo. En
la confesión, siempre me han tratado bien. Que no sea un miedoso y hable de
esto a mis amigos.
u Cuéntale a Jesús sobre tus amigos “ ovejas perdidas”, es
decir “cabritos”.
Propósito: Ser pastor bueno, como
Jesús.