domingo, 11 de septiembre de 2011

Oveja perdida


¿Quién de vosotros, si tiene cien ovejas y pierde una, no deja las noventa y nueve en el campo y va en busca de la que se perdió hasta encontrarla? (Lc 15, 4).
Si quieres una respuesta a esta pregunta, Jesús, te contesto que sólo Tú eres capaz de hacerlo. Mira que a mí, como a muchos, desde pequeños nos han enseñado ese refrán: más vale pájaro en mano que ciento volando. Es decir, si yo fuera el pastor pensaría que esa oveja que se perdió que se las arregle como pueda; que yo no iba a ser tan loco como para dejar a las 99 e ir a buscar a la perdida. Pero Tú –afortunadamente– no eres como yo, gracias Jesús porque siempre sales al encuentro de cada uno, especialmente en los sacramentos de la Confesión y de la Eucaristía.
u  Sigue dándole gracias a Jesús por tantas veces que te ha perdonado y por tantas que has comulgado.
Y, cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso (Lc 15, 5).
Si yo hubiera sido el pastor, primero me le hubiera acercado sin decir nada, para darle una buena patada a esa oveja hecha cabrita; luego le hubiera gritado hasta quedarme afónico recordándole que por su culpa las otras 99 estaban solas; y por último, le hubiese amarrado una cuerda al cuello y me iría tirando de ella a marchas forzadas para regresar a casa. Jesús, que bueno que Tú no eres como soy yo. En la confesión, siempre me han tratado bien. Que no sea un miedoso y hable de esto a mis amigos.
u  Cuéntale a Jesús sobre tus amigos “ ovejas perdidas”, es decir “cabritos”.
Propósito: Ser pastor bueno, como Jesús.