Presentaron a Jesús
un hombre mudo poseído por un demonio. Jesús expulsó al demonio y el mudo
comenzó a hablar. Y la gente decía maravillada: “Jamás se ha visto nada igual
en Israel” (Mt 9, 32-33).
Un
día, llevé a Choco al veterinario. El doctor batalló un rato hasta que
descubrió la causa de los males de mi perro. Se había comido una bolsa plástica.
Qué fácil habría sido todo si Choco hubiera podido hablar. Ahora pienso en la
dificultad que ha de encontrar el sacerdote para ayudarme en la dirección
espiritual si yo no hablo con sencillez de lo que me pasa. A veces uno calla
por vergüenza, otras por no ver que hay cosas que hacen daño y que es bueno
conversarlas.
Dile a Jesús de corazón que te ayude a hablar en la dirección
espiritual justamente de eso que necesitas cambiar o mejorar.
Entonces dijo a sus
discípulos: “La cosecha es abundante, pero los obreros son pocos. Rueguen por
tanto al dueño de la cosecha que envíe obreros a recogerla” (Mt 9, 36-37).
Hay
mucha gente a la que hay que curar. Algunos aún están como mi pobre Choco, no
saben decir lo que les pasa, pero claramente algo no va bien en sus vidas. Es
bonito pensar que hay gente que lo ha dejado todo para estar a nuestra
disposición y ayudarnos. Gracias Jesús, por esas personas que lo dejan todo
para ayudar a gente como yo.
¿No serás tú uno de esos obreros que Jesús espera en sus
campos?
Propósito: no llevar una vida de perro.