martes, 9 de julio de 2019

Choco necio sin querer hablar


Presentaron a Jesús un hombre mudo poseído por un demo­nio. Jesús expulsó al demonio y el mudo comenzó a hablar. Y la gente decía maravillada: “Jamás se ha visto nada igual en Israel” (Mt 9, 32-33).
Un día, llevé a Choco al veterinario. El doctor batalló un rato hasta que descubrió la causa de los males de mi perro. Se había comido una bolsa plástica. Qué fácil habría sido todo si Choco hubiera podido hablar. Ahora pienso en la dificultad que ha de encontrar el sacerdote para ayudarme en la dirección espiritual si yo no hablo con sencillez de lo que me pasa. A veces uno calla por vergüenza, otras por no ver que hay cosas que hacen daño y que es bueno conversarlas.
Dile a Jesús de corazón que te ayude a hablar en la dirección espiritual justamente de eso que necesitas cambiar o mejorar.
Entonces dijo a sus discípulos: “La cosecha es abundante, pero los obreros son pocos. Rueguen por tanto al dueño de la cosecha que envíe obreros a recogerla” (Mt 9, 36-37).
Hay mucha gente a la que hay que curar. Algunos aún están como mi pobre Choco, no saben decir lo que les pasa, pero claramente algo no va bien en sus vidas. Es bonito pensar que hay gente que lo ha de­jado todo para estar a nuestra disposición y ayudarnos. Gracias Jesús, por esas personas que lo dejan todo para ayudar a gente como yo.
¿No serás tú uno de esos obreros que Jesús espera en sus campos?
Propósito: no llevar una vida de perro.