“Yo los envío como
ovejas en medio de lobos. Sean, pues, astutos como serpientes y sencillos como
palomas (Mt 10, 16).
Un
amigo tuvo un sueño. Entraba en la clase, se subía en un banquito, en medio de
todos, y comenzaba gritar diciendo: “¡Cambien de vida!”. Todos se reían de él.
Entonces, entró un futbolista al salón, de esos del mundial. Su pelota se
llamaba “conversión”. Los alumnos se levantaron para atajarlo. El futbolista
driblo al primero, después a otro, y así, hasta que dribló a todos y anotó en
una gran portería que apareció de la nada al final del aula. Después de anotar,
el futbolista se acercó a mi amigo y le dijo: “Si quieres convertirlos a todos,
debes ir driblándolos uno a uno”.
Cuando hables de Dios, busca hacerlo uno a uno.
Dios mismo les
sugerirá en ese momento lo que tienen que decir, pues no serán ustedes los que
hablen, sino que el Espíritu del Padre hablará a través de ustedes (Mt 10, 20).
Jesús,
quiero acercar a todos mis amigos a ti. A veces no sé cómo. Son buenos, cada
uno con sus defectos como todo mundo. Cuando estoy con ellos, no se me ocurre
como empezar; o me imagino que lo que me van a contestar y al final me
desanimo. Creo que debo fiarme más de ti. Hablar sin pena, y pensar que no
importa qué diga, si lo hago en tu nombre, el Espíritu Santo va a actuar a
través de mis palabras.
Reza más y ofrece un pequeño sacrificio por tus amigos antes
de hablarles.
Propósito: entrenar con la pelota “conversión”.