No
tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más
bien a quien puede arrojar al lugar de castigo el alma y el cuerpo. (Mt 10,
28).
El
miedo paraliza. A mí me ha pasado muchas veces. Hubiera querido una especie de
traje a lo Stars Wars o una de campo de fuerza que me protegiera de la
vergüenza y la pena de no ser como los demás. Una vez, estando con unos amigos
que también procuran estar cerca de Dios, me dio pena decirles que rezáramos el
Ángelus. ¡Qué bajo he caído!, pensé. Nunca me ha amenazado de muerte por mi fe,
ni me han puesto una espada en la garganta para que me calle. Mis amigos son
católicos como yo, y aun así, no termino de animarme.
Quizá estás queriendo actuar con tu valentía y no la de Dios.
En cuanto a ustedes,
hasta los cabellos de su cabeza están contados. Por lo tanto, no tengan miedo;
porque ustedes valen mucho más que todos los pájaros del mundo. (Mt 10, 30-
31).
Quizá
la vergüenza y la pena de dar la cara por Jesús, viene por tener la cabeza todo
el día pensado en mí mismo, mi ombligo y en un sinfín de cosas materiales. A
veces me la paso pensando: si tuviera una iPad Air 2, unos audífonos Bits,
aquellos zapatos, la camiseta original de mí equipo, etc. etc. y más etc. Si
hasta los cabellos de mi cabeza están contados, ¿cuál es el estrés?
Por qué no hablas más seguido con Jesús, en lugar de chatear
o jugar videojuegos.
Propósito: no más hablar de lo que te gustaría comprar.