Cuando entren en una
casa, digan: “Que la paz reine en esta casa”; si allí hay gente amante de la
paz, el deseo de la paz de ustedes se cumplirá; si no, no se cumplirá (Lc 10,
5-6).
Creo
que en mi casa hay paz. Aunque a veces, no lo puedo negar, nos peleamos. Bueno,
me -osea yo- peleo. Antes pensaba que eran los demás los que empezaban, porque
está uno tranquilo viendo tele, o jugando en el Play, y viene alguien
interrumpir para pedir un favor, y ahí comenzaba el pleito. Ahora veo claro que
eso no está bien. La paz de una familia vienen cuando se sirven con cariño unos
a otros.
Quizá para dar más paz, necesitas pensar menos en ti y tus
cosas.
Quédense en esa
casa, coman y beban de lo que tengan, porque el trabajador tiene derecho a su
salario. No anden de casa en casa. En cualquier ciudad donde entren y los
reciban, coman de lo que les den (Lc 10, 7-8).
Eso
de “coman lo que les den” me recuerda mucho a mi mamá. Ayer justo, tuvimos un
pleito porque yo no me quería comer la verdura. Ella me decía “uno se tiene que
comer lo que le den”; y como yo seguía encaprichado, me dijo “ya pareces de la
familia Melindrez Pipirisnais por melindroso”. Mi mamá siempre me dice que
comerselo todo es una señal de agradecimiento, en primer lugar contigo, Jesús,
porque nos das alimento; luego, con las personas que lo prepararon y quienes
han trabajado para conseguir esa comida.
Sigue contándole sobre tus melindres y caprichos.
Propósito: comerme lo que me sirvan.