Os he dicho esto para
que mi gozo esté en vosotros y vuestro gozo sea completo (Jn 15,11).
Desde que te conocí,
Jesús, me llamó la atención tu alegría contagiosa. No es posible pensar en ti y
no ver tu sonrisa maravillosa. No he encontrado en el mundo nadie más alegre,
simpático y divertido que Tú, Jesús mío. Como escribía de ti un niño: En
la mirada de Jesús es como si hubiera un tranquilizante que te quita el agobio
de lo que sea. Si algún día estoy tristón, de bajón, entonces buscaré
el Sagrario más cercano, me pondré de rodillas y te diré: De aquí no me
muevo hasta que me llenes de gozo. Entonces sentiré tu mirada, me reiré
de mis tonterías y saldré feliz, flotando.
u
Piensa a qué amigos puedes poner delante de Jesús, para que
también a ellos les llene de su gozo.
Como el Padre me amó,
así os he amado yo (Jn 15,9).
¿Y tu sonrisa? Jesús,
¿cómo es tu sonrisa? Tu sonrisa es franca, limpia, da paz, contagia alegría.
¿Para qué sirve algo tan feo como las orejas? Para tener, como Jesús, una
sonrisa de oreja a oreja. Yo me imagino que aprenderías a sonreír de María y de
José. Pero que sería María la que estaría educándote para que saludaras con una
sonrisa y mirando a los ojos, y que San José te diría que cada vez que
saludarás a María lo hicieras con una sonrisa sincera.
u
Pídele a María que te enseñe a sonreír a todos.
Propósito: Flores para la Virgen: saludar sonriendo.
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