Todos ellos perseveraban
unánimes en la oración, junto con algunas mujeres y con María, la Madre de
Jesús (Hch 1,14).
Para que venga el
Espíritu Santo es necesaria la oración, junto a María. Por eso hoy vuelvo a
decir la oración que escribió San Josemaría: ¡Ven, oh Espíritu Santo!
Ilumina mi entendimiento para conocer tus mandatos; fortalece mi corazón contra
las insidias del enemigo; inflama mi voluntad… He oído tu voz, y, no quiero
endurecerme y resistir diciendo: Después..., mañana. Nunc coepi! ¡Ahora!
No vaya a ser que el mañana me falte. ¡Oh, Espíritu de verdad y de sabiduría. Espíritu
de entendimiento y de consejo. Espíritu de gozo y de paz! Quiero lo que
quieras, quiero porque quieres, quiero como quieras, quiero cuando quieras.
u De la mano de María,
conoce al Gran Desconocido, al Espíritu Santo.
Vieron aparecer unas
lenguas, como llamaradas, que se repartían posándose encima de cada uno. Se
llenaron todos de Espíritu Santo (Hch 2, 2-3).
Sigue hablándole al
Espíritu Santo con la siguiente oración: Lava lo que está manchado, riega lo
que está árido, sana lo que está herido. Dobla lo que está rígido, calienta
lo que está frío, endereza lo que está extraviado. Concede a tus fieles,
que en ti confían tus siete sagrados dones. Dales el mérito de la virtud, dales
el puerto de la salvación, dales la felicidad eterna.
u Pídele a la Esposa del
Espíritu Santo, a María, deseos de ser santo y apóstol.
Propósito: Seguir
pidiendo.
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