domingo, 6 de mayo de 2012

V Domingo de Pascua. Santa María, Rosa mística


Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador (Jn 15, 1).
Mi alma es como un jardín. A Dios le gusta hacer de jardinero, es el Labrador y con el airecillo de la tarde se pasea por mi alma y goza de tantas cosas buenas. Se entretiene con las bonitas flores de mis virtudes, descansa bajo la acogedora sombra de mis buenas obras, se refresca en la cristalina fuente de mis oraciones… Es cierto que, a veces, encuentra algo de cizaña, alguna mala hierba, y algún que otro fruto podrido. Entonces el Labrador aprovecha cada confesión para sacar esas malas hierbas. No siempre salen de raíz y serán necesarias otras confesiones. Y cada día que pasa Dios más contento de mí está.
u  Ofrécele a la Virgen la flor de tu confesión bien preparada.
Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto lo poda para que dé más fruto (…) El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada (Jn 15, 5-6).
Pero a veces el Labrador tiene que cortar las ramas secas de los árboles, poner abono y sulfato a los arbustos y podar los rosales. Es difícil entender al Labrador. A veces me parecen caprichos o antojos sin sentido. ¡Pobres árboles! ¡Pobres rosales! Pero con el tiempo, donde solo había ramas secas crecen nuevos brotes, después de sulfatar ya no hay plagas de bichitos y… gracias a la poda crecen rosas más numerosas y hermosas que nunca.
u  ¿Dejo al Labrador que trabaje en mi alma? ¿Colaboro en el cultivo de otras almas?
Propósito: Confesarme y hacer apostolado de la confesión.




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