Al verlo andar sobre el agua, se espantaron
y decían: “¡Es un fantasma!” Y daban gritos de terror. Pero Jesús les dijo enseguida:
“Tranquilícense y no teman; soy yo”(Mt 14, 26-27).
Los pobres apóstoles al verte en la oscuridad gritaron de miedo.
¿Será posible que tu presencia les haya dado miedo? Yo también he sentido miedo
Jesús. Cuando estoy a oscuras, en mi egoísmo, en mi sensualidad, en mi pereza,
ahí no quiero que me hablen de ti. Simplemente me cae mal. Y misteriosamente,
me hago ateo, anticlerical, y más cosas que no caben en estas líneas. Gracias,
Jesús, porque en esos momentos me hablas con cariño, me dices que no te tenga
miedo, y que no vienes a arruinarme nada sino a hacerme feliz.
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Medítalo despacio:
Jesús quiere tu felicidad.
Le entró miedo, comenzó a hundirse y gritó:
“¡Sálvame, Señor!” Inmediatamente Jesús le tendió la mano, lo sostuvo y le
dijo: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”(Mt 14, 30-31).
Otro hubiera sido, le habría dicho a Pedro: porque dudaste ahora
te ahogas. Jesús, no sólo lo sacas del agua, sino que además, le refuerzas su
fe. ¿Cómo hago, Jesús, para que mi confianza en ti se haga más fuerte? Eres el
creador de cuanto existe, has muerto por mí en la Cruz, ¡resucitaste!, y aun
así no me termino de creer que contigo, se está mejor. Mi abuela me dijo una
vez: yo tengo fe, porque he rezado y visto milagros.
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Prueba rezar pidiendo
un milagro, te sorprenderás...
Propósito: No quedarme a
oscuras.