Eviten toda clase de avaricia, porque la
vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea (Lc 12,
15).
Jesús, hoy es un día de descanso. Nadie trabaja. A la gente no le
importa dejar de “ganar dinero” para poder ganar otra cosa: recargar las
baterías. ¿No será avaricia, pensar todo en términos de “a ver qué gano”? ¿No
tendrá otro sentido esto dejar de trabajar un día? Leyendo este pasaje del
evangelio, lo entiendo. Hoy no se “gana dinero”, para ganar una riqueza mayor:
el verdadero alimento; y pienso en la Misa, en lo que escuché en la homilía, en
las veces que te repetí desde el fondo del corazón: creo firmemente que estás
aquí, en el montón de cosas bonitas que te dije cuando comulgué.
·
Pídele a Jesús avaricia
de la buena.
“Descansa, come, bebe y date a la buena
vida”. Pero Dios le dijo: “¡Insensato! Esta misma noche vas a morir”(Lc 12,
19-20).
A veces parece que uno sólo trabaja para poder descansar. Es un
poco absurdo. El descanso no tiene sentido sin el trabajo. Se descansa para
poder continuar trabajando. Quizá ese sea el secreto para ser feliz y no andar
renegando por todo: descubrir que cuando uno hace con gusto su trabajo, o su
estudio, se transforma en algo divertido y apasionante. Más que poner empeño,
quizá haya que ilusionarse de veras, “ilusión profesional”, la llamaba San
Josemaría.
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¿Me paso quejando de
trabajar?
Propósito: ir contento a Misa, y el lunes, igual de contento a clase