¡Ay de vosotros, letrados y fariseos
hipócritas, que os parecéis a los sepulcros encalados! Por fuera tienen buena
apariencia, pero por dentro están llenos de huesos y podredumbre (Mt 23, 27).
Aparentar, quedar bien, proyectar una buena imagen, y un sinfín de
cosas más me dijo el peluquero para consolarme porque por fin mi mamá consiguió
que me cortaran las greñas que andaba. Pero no es por eso, insistió mi mamá, es
por orden y limpieza. Entonces entendí, que es bueno que mi porte exterior
refleje la paz que se supone hay en mi alma. A la larga, la belleza que
importa, y que perdura –habría añadido mi abuela-, es la de adentro.
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Voy a poner más
atención en que mis cosas reflejen que soy una persona que procura hablar
frecuentemente con Jesús.
Por fuera parecéis justos, pero por dentro
estáis repletos de hipocresía y crímenes (Mt 23, 28).
Ayer, Jesús, después de confesarme, me quedé un ratito pensando en
las cosas de las que te había pedido perdón. No es gran cosa, pensé; hasta para
pecar soy mediocre. Pero después me di cuenta que me estaba comenzando a creer
santito. Quizá no había en mi alma grandes crímenes, pero sí un montón de
pequeñas faltas que a ti te duelen y de las que ahora mismo te vuelvo a pedir
perdón.
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Me voy a esforzar por
no parecer sólo bien portado sino también serlo de verdad, desde dentro.
Propósito: ordenar mi closet.