Los discípulos se acercaron y le rogaban:
“Atiéndela, porque viene gritando detrás de nosotros”(Mt 15, 23).
Tengo una hermanita pequeña. Hace unos días quería que le compraran
lo que yo denomino “un caprichito”. De camino al colegio “quiero, quiero…”, de
regreso “quiero, quiero…”, así todo el día pidiendo que le compraran el
capricho. Me tenía desesperado. Estaba a punto de sacrificar mis ahorros y
comprárselo yo con tal de que se callara. Hasta que mi mamá, que es una santa,
no pudo más. En un semáforo, se volteó (mi hermana iba atrás), y le dijo: ojala
hagas lo mismo cuando pidas algo a Dios. Creo que mi hermanita no entendió,
pero da igual porque se calló. Yo si entendí. Jesús, ahora ya entendí que
significa insistir en la oración.
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¿No crees que podrías
rezar más todos los días?
“Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla
lo que deseas” (Mt 15, 28).
Un amigo me decía “Para qué le voy a pedir cosas a Dios, si mis papás
me las dan a la primera”. Pero un día, el negocio de sus papás ya no iba bien.
Estaban tensos. Se peleaban a cada rato. Mi amigo comenzó a pedir paz, armonía,
tranquilidad a Dios para toda su familia. De pronto, lo material pasó a un 2do
lugar. Ahora quería cosas espirituales, de esas que no se compran con VISA ni
MasterCard.
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¿Qué tipo de cosas
pides a Dios? ¿No podrías comenzar a pedir cosas importantes?
Propósito: topar la tarjeta VISA de la oración. Esa compra de todo.