El Reino de los cielos se parece también a
la red que los pescadores echan en el mar y recoge toda clase de peces (Mt 13,
47).
Un domingo como hoy,
estábamos con mi familia en Misa cuando vi que a pocas bancas de la nuestra
estaba un tipo que nos había insultado en el tráfico hacía unos días. “¡Cómo
puede ese salvaje venir a Misa!”, pensé para mis adentros. Le hice señas a mi
papá para que lo viera, pero ni caso me hizo. Después de Misa, ya en la casa,
me llamó aparte y me dijo que debíamos alegrarnos de que esa persona estuviera
en Misa, y que aquel hombre, al igual que nosotros, necesitaba a Dios en su
vida. Pues resulta que algo similar dijo el sacerdote en la homilía.
u Y quién te engaño haciéndote creer que
eras perfecto.
Cuando se llena la red, los pescadores la
sacan a la playa y se sientan a escoger los pescados, ponen los buenos en canastos
y tiran los malos (Mt 13, 48).
¡Caben todos! En la
Iglesia caben hasta los más malvado, pero eso sí, tarde o temprano tendrán que
cambiar. Aquí viene la gran responsabilidad: si voy a Misa, si rezo, si hago
oración con el 3+2, eso se tiene que notar. El Espíritu Santo está a cada rato
insistiendo, empujando, y uno tiene que dejarse. Quizá esa es la palabra
“dejarse”. Por eso a veces dicen “es que vos no te dejas”. Me quiero dejar,
Jesús, quiero dejar que tu amor me transforme y que se note que estoy en la
Iglesia. Voy a portarme bien, voy a estudiar, voy a obedecer, voy a ser buen
amigo.
u ¿Qué cosas serán esas en las que no te
dejas?
Propósito:
No juzgar a nadie, y ayudar en la casa