domingo, 27 de julio de 2014

Hasta el que insulta

El Reino de los cielos se parece también a la red que los pesca­dores echan en el mar y recoge toda clase de peces (Mt 13, 47).
Un domingo como hoy, estábamos con mi familia en Misa cuando vi que a pocas bancas de la nuestra estaba un tipo que nos había insultado en el tráfico hacía unos días. “¡Cómo puede ese salvaje venir a Misa!”, pensé para mis adentros. Le hice señas a mi papá para que lo viera, pero ni caso me hizo. Después de Misa, ya en la casa, me llamó aparte y me dijo que debíamos alegrarnos de que esa persona estuviera en Misa, y que aquel hombre, al igual que nosotros, necesi­taba a Dios en su vida. Pues resulta que algo similar dijo el sacerdote en la homilía.
u  Y quién te engaño haciéndote creer que eras perfecto.
Cuando se llena la red, los pescadores la sacan a la playa y se sientan a escoger los pescados, ponen los buenos en ca­nastos y tiran los malos (Mt 13, 48).
¡Caben todos! En la Iglesia caben hasta los más malvado, pero eso sí, tarde o temprano tendrán que cambiar. Aquí viene la gran responsabi­lidad: si voy a Misa, si rezo, si hago oración con el 3+2, eso se tiene que notar. El Espíritu Santo está a cada rato insistiendo, empujando, y uno tiene que dejarse. Quizá esa es la palabra “dejarse”. Por eso a veces dicen “es que vos no te dejas”. Me quiero dejar, Jesús, quiero dejar que tu amor me transforme y que se note que estoy en la Iglesia. Voy a portarme bien, voy a estudiar, voy a obedecer, voy a ser buen amigo.
u  ¿Qué cosas serán esas en las que no te dejas?

Propósito: No juzgar a nadie, y ayudar en la casa