domingo, 22 de mayo de 2016

Santísima Trinidad. Tanto amó Dios al mundo…

Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que cree en Él no perezca sino que tenga vida eterna (Jn 3, 14).
Se dice que San Juan de la Cruz escuchaba a escondidas la conver­sación íntima de la Stma Trinidad. Esto es lo que oyó: En aquel amor inmenso / que de los dos procedía, / palabras de gran regalo / el Padre al Hijo decía, / de tan profundo deleite / que nadie las entendía; / solo el Hijo lo gozaba / que es a quien pertenecía. / Pero aquello que se entiende, / desta manera decía: / Nada me contenta, Hijo, / fuera de tu compañía. / Y si algo me contenta, / en ti mismo lo quería. / El que a ti se parece, / a mí más me satisfacía; / y el que en nada te semeja, / en mi nada hallaría.
Felicita a Jesús por tener en el Cielo una Familia tan unida: La Trinidad.
Pues Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar el mundo, sino para que el mundo se salve por Él” (Jn 3,16).
Parece ser, lo dice el santo, que en ese diálogo de amor intratrinitario salimos citados. En este caso, por excepción, si que está permitido ser un poco metiche y ponemos la oreja: “Al que a ti te amare, Hijo, /a mi mismo le daría, /y el amor que yo en ti pongo, /ese mismo en él pondría, /en razón de haber amado /a quien yo tanto quería”.
Dile a Jesús que te quieres parecer a Él para recibir el Amor del Padre.

Propósito: decir treinta y tres, treinta y tres veces.