viernes, 11 de noviembre de 2016

Donde está el cuerpo se reunirán las águilas

Ellos le preguntaron: –¿Dónde, Señor? Él contestó: –Donde está el cuerpo se reunirán las águilas (Lc 17, 37).
No era precisamente un águila, ni mucho menos. El pajarito se posó ahí, descaradamente, frente a la ventana, sobre la barandilla. Desde allí miraba altivamente, de reojo, primero con un ojo y luego con el otro. Sentado delante del ordenador, sorprendido, bajo la mirada escrutado­ra de aquel pajarillo no se atrevía a mover ni un músculo, no se atrevía a romper la magia del momento. ¿Lo mismo aquel pájaro quería decir algo?
Un pájaro, un comentario suelto, un tropezón, una frase del Evangelio… es así como me habla Dios.
Contemplad los lirios, cómo crecen; no se fatigan ni hilan, y Yo os digo que ni Salomón en toda su gloria pudo vestirse como uno de ellos (Lc, 12, 27).
En su ingenuidad, pensaba: —quizá Dios me quiere decir algo. —¡Qué pretencioso!, se dijo a sí mismo. Sin embargo, el pajarito, como si le hubiera leído el pensamiento volvió a mirarle, echó una graciosidad y se marchó volando, dejando su firma en la barandilla. Se acordó, en­tonces, del episodio de Sta. Teresa y el sapo aquel, tan asqueroso, y enseguida le vino a la cabeza que era miércoles, el día y la hora de su confesión semanal. Apagó la compu, agradeció la moción al Espíritu Santo y se fue a confesar. Esa noche soñó con petirrojos y ruiseñores.
Pide a Jesús saber entender el lenguaje que Dios utiliza contigo.

Propósito: agradecer al Espíritu Santo su paciencia.