Tened cuidado: no se os embote la mente
con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de
repente aquel día (Lc 21,34).
Jesús, ¿te refieres al botellón? Así de primeras, el plan me
parece de lo más cutre. Hay que estar bastante desesperado. Eso de empezar a
beber hasta que se embote la mente, dejar de ser tu mismo, hacer
el ridículo delante de personas que no te quieren o te quieren solo como un objeto,
pues no. Pero sé, Jesús, que cuando voy con los amigos no quiero parecer el
raro del grupo y me dejo llevar… Cuando llegue, si llega, el momento y se
os eche encima de repente aquel día. Jesús, no me dejes hacer el
Canelo, dame valentía de huir. Jesús, prefiero llenarme de otro licor que
tanto le gustaba a San Pablo: el rico licor de la sabiduría.
¿Yo?
¿Botellón? Ni harto de vino… Eso es para desesperanzados.
Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza
para escapar de todo lo que está por venir” (Lc 23, 36).
Jesús, ¡ayúdame! Dame de tu fuerza. Que no me engañe. Como dice
San Josemaría: No tengas la cobardía de ser valiente: ¡huye! (Camino 132). Que
me sepa rodear de amigos buenos en los que pueda confiar y no de leones o
leonas Sed sobrios y vigilad, porque vuestro adversario, el diablo, como
un león rugiente, ronda buscando a quien devorar (1Pet 5,8). Jolín, que
miedo.
Mis
amigos, son realmente amigos, o bien son meros cómplices.
Propósito: Saber decir que NO.