lunes, 5 de junio de 2017

Cultivar el trato con Dios

Un hombre plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labra­dores y se marchó de viaje (Mc 12, 1).
Jesús, el Evangelio de la Misa me recuerda una bella historia: Se decía de un hombre con fama de acaudalado que, entre sus posesiones y fincas, tenía escondido un tesoro riquísimo, pero que nadie sabía dónde estaba enterrado. Cuando le llegó el momento de encontrarse con su Creador, antes de fallecer, reveló a sus hijos, algo vagos, el lugar del fa­moso tesoro. Resulta que se encontraba en una lejana viña que, por mu­cho tiempo, había estado descuidada. Allá fueron los hijos y empezaron con machetes a limpiar la viña. Después de quitar la maleza y cavarla toda entera no encontraron absolutamente nada…
Jesús, ayúdame a descubrir tantos tesoros.
Voy a cantar en nombre de mi amigo un canto de amor a su viña. Mi amigo tenía una viña en un fértil collado. La entrecavó, la descantó y plantó buenas cepas; construyó en medio una atalaya y cavó un lagar. Y esperó que diese uvas (Is 5. 1-7).
Sigo con la historia: Desanimados y cansados se dieron por vencidos. Quizá, pensaron, todo fuera una broma póstuma de su padre. Pero, al poco tiempo, con toda la dedicación que pusieron en cavar, descu­brieron que esa viña daba unas uvas bárbaras y de ellas sacaron un vino excelente. ¡Este era el tesoro… la viña!
Cuenta a Jesús todo lo que cultivas: amistades, aficiones, etc..

Propósito: Cultivar las amistades.