Un hombre plantó una viña, la rodeó con
una cerca, cavó un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores
y se marchó de viaje (Mc 12, 1).
Jesús, el Evangelio de la Misa me recuerda una bella historia: Se
decía de un hombre con fama de acaudalado que, entre sus posesiones y fincas,
tenía escondido un tesoro riquísimo, pero que nadie sabía dónde estaba
enterrado. Cuando le llegó el momento de encontrarse con su Creador, antes de
fallecer, reveló a sus hijos, algo vagos, el lugar del famoso tesoro. Resulta
que se encontraba en una lejana viña que, por mucho tiempo, había estado
descuidada. Allá fueron los hijos y empezaron con machetes a limpiar la viña.
Después de quitar la maleza y cavarla toda entera no encontraron absolutamente
nada…
Jesús,
ayúdame a descubrir tantos tesoros.
Voy a cantar en nombre de mi amigo un
canto de amor a su viña. Mi amigo tenía una viña en un fértil collado. La
entrecavó, la descantó y plantó buenas cepas; construyó en medio una atalaya y
cavó un lagar. Y esperó que diese uvas (Is 5. 1-7).
Sigo con la historia: Desanimados y cansados se dieron por
vencidos. Quizá, pensaron, todo fuera una broma póstuma de su padre. Pero, al
poco tiempo, con toda la dedicación que pusieron en cavar, descubrieron que
esa viña daba unas uvas bárbaras y de ellas sacaron un vino excelente. ¡Este
era el tesoro… la viña!
Cuenta
a Jesús todo lo que cultivas: amistades, aficiones, etc..
Propósito: Cultivar las amistades.