sábado, 17 de junio de 2017

Santo en casa

Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo: No repliquéis al malvado; por el contrario, si al­guien te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la otra (Mt 5, 38-39).
Jesús, desde que me enteré de unos hermanos gemelos que son santos y que sus papás (papá y mamá) son santos también, esto me hace pen­sar. Esos hermanos se llamaban Marcos y Marcelino. A mi estas historias, Jesús, me gustan porque me animan a rezar por toda mi familia para que todos nos ganemos el cielo. No sé dónde fue que oí que el lugar más difícil para hacerse santo es en la familia. No sé si esto es verdad o no, pero en mi caso sí que lo creo, ya que cuando estoy en la casa me relajo y lucho poco por ser servicial, alegre y apostólico.
Continúa contándole a Jesús cómo te comportas en tu casa.
A quien te pida, dale; y no rehúyas al que quiera de ti algo prestado (Mt 5, 42).
Para mí, Jesús, esto que dices me parece muy duro. Te explico. En mi casa soy un experto para hacerme el loco y no ayudar, para escabu­llirme, esconderme y hacerme el sordo si me piden un favor. Y si luego hago algo espero que me lo agradezcan y me siento con el derecho de no hacer nada más. Jesús, ayúdame a ser servicial, alegre y apostólico en mi casa.
Dedícate unos minutos a imaginarte como era Jesús, María y José cuando estaban en su casa de Nazareth.

Propósito: Servir en la casa sin esperar a que me lo pidan.