sábado, 29 de diciembre de 2018

Para crecer por dentro


Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para pre­sentarlo al Señor, como está mandado en la Ley del Señor (Lc 2, 22-23).
Jesús, tus padres José y María –que te querían mucho– te llevaban al Templo de Jerusalén. A mí también mis papás –que me quieren mucho–, me llevan cada domingo a Misa. Pero no lo hacen sólo por “cumplir la ley”, por el cumplimiento (cumplo-y-miento). Yo en cambio me hago el rogado, pero al final voy. Jesús, en la Eucaristía me espe­ras para alimentar mi alma. ¡Sufres tanto con las almas desnutridas, “raquíticas”, con las “almejas” (almas pequeñas)! “Al que escandaliza a uno de estos pequeños, más le valdría que le encajaran en el cuello una piedra de molino y lo tiraran al mar” (Lc 17, 2-3). Y como gozas con las almas cachetonas, bien alimentadas, con tu Cuerpo.
Pide por todos los papis para que lleven a sus hijos a Misa.
El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabi­duría; y la gracia de Dios lo acompañaba (Lc 2, 40).
“Llevo 20 años yendo a Misa y no me acuerdo de ninguna homilía. Eso de ir a Misa ¡no sirve para nada!”, se justificaba aquel hombre. Y su amigo le explicó: “Llevas 20 años comiendo 3 veces al día y ni siquiera puedes recordar lo que has comido hoy. Pero si no te hubie­ras alimentado cada día, ahora estarías muerto”. Jesús, gracias por alimentarme cada semana.
Dile que quieres tener un alma “cachetona”.
Propósito: No hacerse el rogado para ir a Misa.