David, de la mujer de
Urías, engendró a Salomón, Salomón engendró a Roboán… (Mt 1, 6-7).
Y resulta que la mujer de Urías aparece dentro de tus antepasados.
Tengo bien grabada en mi cabeza la historia del pecado de David con la mujer de
Urías. La sé, porque la utilizó mi profesor de religión para explicar que
David, por andar viendo lo que no tenía que ver, terminó deseando lo que no
tenía que desear; y como David era rey, pues sus deseos se convirtieron en
órdenes. Es impresionante ver que Dios se sirva hasta de nuestros errores para
sacar cosas buenas. Eso me llena de esperanza. Por muy mal que me haya portado
antes; o bien, por muy bajo que haya caído, siempre, siempre, hay salvación.
Piensa
en el “reciclaje divino”: la basura se convierte en oro…
Las generaciones desde
Abrahán a David fueron en total catorce; desde David hasta la deportación a
Babilonia, catorce; y desde la deportación a Babilonia hasta el Cristo, catorce.
(Mt 1, 17).
¿Qué significa el número catorce, puesto que veo que aparece varias
veces en este texto de evangelio? Según escuché un día en la homilía de la Misa
del Domingo (para que veas, Jesús, que sí pongo atención), el catorce era signo
de perfección. Dios hace las cosas perfectas. El mundo es hermoso y bello. Como
decía San Josemaría, somos nosotros los hombres, los que lo arruinamos con
nuestros pecados. No es literal, pero es la idea que se me quedó.
Tus
buenas acciones contribuyen a embellecer el mundo.
Propósito: Derrochar belleza… no me refiero a mi cara, sino a las obras.