Habiendo resucitado, al amanecer del primer día de la semana,
se apareció, en primer lugar, a María Magdalena (Mc 16, 9).
Una
cosa que no me gusta de Marcos, el evangelista, es que no nos cuenta lo
evidente. ¡Aquí falta algo! No nos dice lo evidente: que Jesús se
apareció en primer lugar a su Santísima Madre, nos has dejado como novia de
pueblo, vestida y esperando en el altar. ¡No iba a ser de otra manera!: María,
la Madre de Jesús, esperaba el amanecer del domingo con fe, esperanza y amor. ¡Madre!,
le dijo Jesús, ten fe porque al tercer día volveré, al tercer día resucitaré.
María lo sabe y pasa toda la noche en oración.
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Hoy sábado dile lo mucho que la quieres.
Habiendo resucitado, al amanecer del primer día (Mc 16, 9).
La
luna ya se ha ocultado. Un rayo de luz penetra en la habitación. Nace el nuevo
sol con más alegría que nunca: ¡Es el Domingo de Resurrección, el Día del
Señor! Santa María está despierta, en espera. Con las primeras luces, una voz
inconfundible: —¡Madre!, —¡Hijo mío!, Jesús mío. María cae de rodillas y
Jesús la levanta y la abraza. Los Ángeles que contemplan emocionados la escena
no pueden contenerse ya más y cantan a pleno pulmón (uno que otro habrá
desafinado por la emoción, como me pasa a mí): Alégrate, Reina del Cielo,
aleluya / Porque el que mereciste llevar en tu seno; aleluya / Ha resucitado,
según predijo; aleluya / Gózate y alégrate, Virgen María; aleluya / Porque ha
resucitado Dios verdaderamente; aleluya.
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Sigue saboreando el Regina Coeli como si
fuera un caramelo.
Propósito: rezar el Regina
Coeli y aprendérmelo de memoria.